Gabriel Erazo afirmó tener 132 años |
Algunos atribuyen la alta tasa de centenarios a la buena calidad del agua y a la comida tradicional. Pero, al parecer, nunca se pudo comprobar que el agua fuera especialmente saludable. Actualmente, el agua ya no es tan limpia y la cocina ya no es tan tradicional como solía serlo, o por lo menos, como lo recuerdan algunas personas mayores. Vilcabamba significa "valle del árbol sagrado" en Quechua.
En los años 70 se realizó una investigación para conocer la relación entre la dieta y las enfermedades del corazón en Vilcabamba. En el estudio participaron el Dr.Alexander Leaf de Harvard, el Dr Harold Elrick de la Universidad de California y otros científicos de la universidad de Quito.
El estudio confirmó la alta tasa de centenarios y registró a varias personas que decían tener más de 120 años, entre ellos: 123 (Miguel Carpio), 132 (Gabriel Erazo) y 142 años (José David).
En aquella década, en la que la esperanza de vida en Europa apenas llegaba a 75 años, el tema ganó la atención del público especializado. Por ejemplo, el gerontólogo David Davis escribió un libro que recibió la atención de la comunidad científica: Los Centenarios de los Andes.
También en 1976 Gracie Halsell publicó "Los Viejos: secrets of long life from the Sacred Valley". La conclusión de Halsell fue que la extraordinaria longevidad se debía simplemente a que la gente era muy activa y siempre estaba trabajando el campo, lo cual es un antecedente remarcable del actual concepto de envejecimiento activo.
Era de esperar que Vilcabamba se convirtiera en un foco turístico, y así lo fue. De hecho, algunas personas en Vilcabamba tienen una percepción bastante crítica del efecto del turismo sobre el pueblo y los recursos naturales como lo deja ver la siguiente entrevista:
No obstante, las dudas sobre la longevidad crecieron cuando uno de los primeros investigadores, el Dr.Alexander Leaf, comprobó que mucha gente mayor en el campo no tenía un seguimiento preciso de su edad.
Preguntó la edad a algunas personas y después de varios años regresó para corroborar si obtenía una información coherente. Comprobó que la gente decía 120 años, por ejemplo, y luego de dos años, decía que tenía 130 o 135. Las sospechas crecieron y nuevos censos se realizaron. La mayoría de los centenarios en realidad tenían entre 80 y 90 años.
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